Un final que retrata toda una temporada | ideal

Los campeonatos colocan a cada equipo en la posición que merece. El Granada no se hizo acreedor, tras una temporada mediocre, de ocupar los puestos ... de privilegio. Navegó no lejos de

ellos tras la llegada de Escribá, pero nunca el equipo demostró solvencia, lastrado por una irregularidad insoportable en bastantes de sus actuaciones a domicilio. Los sueños de promoción se

desvanecieron en dos infaustos derrotas seguidas ante Málaga y Eibar, donde el Granada desaprovechó la oportunidad de encaramarse a los puestos de liguilla. Pacheta insufló con su llegada

esperanza y convicción para llegar a la última jornada con posibilidades. El Granada dependía de sí mismo, debiendo vencer a un Racing que también se jugaba la vida tras un proceso depresivo

de malos resultados, cuando los cántabros habían estado en las primeras posiciones durante muchas jornadas. Y todo empezó positivamente para el Granada, con un gol tempranero que lo aupaba.

La rápida respuesta local empatando la contienda en pocos minutos cortocircuitó al equipo, como en tantas otras jornadas. No levantó cabeza el conjunto granadinista –solamente generó otra

ocasión más de peligro–, y todo se complicó sobremanera con la lesión de Lama –que había dado sensatez a la salida del balón–, y tras una incomprensible jugada, donde un veterano como

Trigueros no supo cortar un contraataque originado por una falta muy mal botada por él mismo, y que devino en la expulsión de Neva. Un pésimo repliegue como en otros partidos. Los ajustes de

Pacheta tras el descanso permitieron seguir empatados hasta el descuento, buscando un golpe de fortuna que no llegó. El epílogo, con una estupidez de Luca Zidane –tan inseguro y

desafortunado como en aquella terrible tarde en El Arcángel de Córdoba– en el añadido, decantó el partido para los racinguistas. Los goles encajados por errores evitables durante la presente

Liga –de sus tres inquilinos– conforman un nutrido muestrario. El partido final reflejó los males del equipo en toda la temporada: inconsistencia en portería y defensa –muy floja nuevamente

la actuación de Insua–; jugadores que debieran ser diferenciales y se diluyen –caso de Villar y Trigueros–; y falta de pólvora en la punta –donde Boyé siempre pelea, pero casi nunca golea;

las alternativas como Weissman o Stoichkov son una filfa–. Con suficiente tiempo para planificar la próxima campaña, habrá que encomendarse a la sabiduría de Pacheta para armar un conjunto

que compita debidamente en Segunda, quizás con menos nombres y más jugadores con hambre de pelear por objetivos alcanzables.