El espíritu de la chanca permanece | ideal

Desde La Chanca se puede mirar el mundo de otra manera. Para recordar el barrio que permanece y no olvidar su espíritu popular. Por eso ... hay que volver a La Chanca, al espíritu de aquel

barrio donde cada vecino se sentía en el grupo de todas las gentes, sin fronteras. Uno a uno. Familia por familia. Amistad en todas las direcciones. Hay que volver a La Chanca que ha forjado

sus señas de identidad por libre. Es el momento de recordar cuando en abril de 2006 se celebraron las Jornadas de presentación del Foro de La Chanca, para debatir sobre el futuro del Plan

de Reforma Interior del Barrio. Inolvidable las participaciones, en diversas mesas redondas, con. José Chamizo (Defensor del Puelo Andaluz), José María Ridao (embajador de España en la

Unesco), Ramón de Torres (arquitecto, redactor del Plan) y su visión de lo que denominó 'Cultura de la resistencia', Luis Rogelio Rodríguez-Comendador (alcalde de Almería), Nono

Amate (presidente de la Autoridad Portuaria), José García Rueda (presidente de la Asociación de Vecinos La Traíña, más conocido como Pepillo el Barbero), una figura clave en las

reivindicaciones sociales del barrio. Los vecinos también tuvieron la palabra: Bibiana Montoya, Juan Sánchez y, en representación de inmigrantes en el barrio, Naima Ejbarri. No faltó la

presencia de Vecinos de Honor como José Ángel Valente: «Esta Chanca es única»; Juan Goytisolo: «La Traíña ha hecho una labor cultural muy importante. Ha sacado a muchachos del barrio, ha

creado grupos de teatro y música, ha dado, en definitiva, conciencia social a La Chanca». Y la imagen fotográfica de Carlos Pérez-Siquier. Hubo visitas guiadas a vecinos de Almería, por los

rincones del Barrio para conocerlo a fondo. Proclamación de otros Vecinos de honor, por la proyección del sentido del barrio mediterráneo. Especialmente, artistas de La Chanca: los

guitarristas Moraito, Tomatito, Negrillo, Niño de la Manola, Niño Josele; el cante de Sensi Falán, de Rocío Segura y de Potito. También periodistas (el autor de este artículo) y maestros de

escuela en el barrio, como Juan José Ceba. Con el paso del tiempo imperan los recuerdos, que se hacen presentes ante tantos gestos buscados de solidaridad. El paso del tiempo a veces duele.

A veces levanta sonrisas. Lo ideal es que la esperanza desde la resistencia se mantiene. No importan los cansancios y deserciones, en este mundo lleno de tantos desencantos. Por eso es

obligado salir al reencuentro de una reivindicada vida cotidiana en La Chanca, con todos los contratiempos, recelos y dudas que se quieran poner encina de cualquier mesa de despacho. Aquí

resurge siempre el espíritu que nunca se fue. Parecía dormido, pero es cuestión de apariencia. Todavía permanece la capacidad popular de ofrecer emociones, sinceridad, sencillez, honestidad

en medio del desasosiego general. Hay que volver a La Chanca porque en la memoria comparecen las asambleas de antaño, la vida entrañable y complicada de un pasado marginal. Comparece el

movimiento de transformación, los momentos en que cada uno por fin pudo pedir la palabra y hablar largo y tendido sobre las necesidades, desde los sentimientos. Nunca han faltado opiniones

en el barrio ni encuentros desde diversos lugares para ejercer el derecho de ser, estar y forjarse en el mismo lugar que los demás. Hay que volver a La Chanca y mirarla desde la lejanía, ver

cómo se acerca, cómo viene a nosotros, independiente, orgullosa de sus maneras, dando su bienvenida, su hospitalidad junto a sus demandas. Y sus silencios y respetos. Y esa quietud de larga

espera durante un tiempo que son siglos, que duran segundos, que siempre está presente. Es una historia de cada día, en cada esquina, donde se vive el diálogo y encuentro en muchos lugares

donde el vecindario se hace presente. En la escuela, con sus problemas. En las tiendas, en los hogares, en la Plaza Moscú. en las aceras, con sus problemas. En la compañía, en la soledad. en

las lágrimas, con sus problemas. Arriba y abajo, en las calles, con sus problemas. Sin rendirse, viendo pasar la vida. Vivos y con el derecho a ejercer la libertad que aquí tiene sentido en

el espíritu del Barrio. Hay que volver a La Chanca por los momentos de alegría compartida. Porque aquí se reinventó el teatro, el baile, el cante jondo y la guitarra. Por aquí renacieron

pintores y fotógrafos que aprendieron a mirar de otra manera la vida. Aquí se encontraron con la contemplación de los muros blanqueados, una estética espontánea del color, con el

desmoronamiento de la historia, con las sonrisas de la marginación, con el orgullo de una dignidad asombrosa. Hay que volver a La Chanca para huir del frío de otros lugares, de tanta

soberbia del poder de los despachos, de quienes nunca vieron La Chanca en días de diario, en el paseo por sus calles de forma anónima. Por eso hay que regresar al Barrio, para escapar del

mundo exterior que nos domina. Aunque hoy día La Chanca ha cambiado y el paso del tiempo alentó otras actitudes, siempre permanece el espíritu de resistencia colectiva. No importa lo que

digan por Internet, por las redes sociales o por discursos internacionales, regionales, provinciales, desde el otro lado. El espíritu popular de La Chanca sigue vivo, más que un símbolo es

una forma de ser que permanece, como un ejemplo a seguir. Para siempre. Por todas estas cosas, me dispongo a regresar al espíritu popular de La Chanca, para ofrecerle mis respetos con la

esperanza de un reencuentro que llene este tiempo tan vacío. Para luego volver al otro lado, sabiendo que La Chanca me acompaña en mis sentimientos allá donde fuera. Para mirar el mundo de

otra manera.