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A medida que se acercaban las fiestas, Carol, de 55 años, se encontró ansiosa por las reuniones familiares habituales. Ella amaba a su familia, pero esta sería la primera vez que su madre,

recientemente fallecida por cáncer, no estaría allí en la cocina ayudando con la comida o en su asiento acostumbrado en la mesa del comedor. Carol ya estaba muy afligida y temía que solo

sintiera más profundamente la ausencia de su madre.

Para consolarse, y quizás consolar a otros miembros de la familia, decidió crear un ritual familiar. Para el Día de Acción de Gracias, ella y su hija mayor prepararon la receta de pastel de

zanahoria de su madre, con su espeso glaseado de queso crema, que a todos siempre les encantaba. Cuando colocó el pastel en la mesa a la hora de comer postre, Carol anunció: “Hicimos esto en

honor a mamá. Fue una dulce dama que preparaba un pastel incluso más dulce. La echo mucho de menos”. Después de la cena, varios miembros de la familia le agradecieron por preparar el pastel

y por mencionar a mamá para que todos se sintieran cómodos recordándola.

Con este pequeño acto, Carol había llevado a cabo varias tareas psicológicas importantes. Había reconocido públicamente a su madre y la muerte de esta de una manera amorosa. Había roto la

cultura de silencio sobre la muerte que a veces reina en eventos en familia porque los familiares quieren evitar el descontento mutuo. Y al preparar la receta con su hija, había demostrado

que la familia y sus tradiciones perdurarían a pesar de la pérdida de un familiar preciado.

La comida, con sus sabores y olores derivados de largas tradiciones culturales y familiares, es un estímulo particularmente poderoso para evocar recuerdos de días más felices con seres

queridos que han fallecido. Pero hay muchos otros rituales festivos que comúnmente usan los actualmente excuidadores para recordar a quienes cuidaron durante años.

Algunos antiguos cuidadores organizan a los familiares cercanos para que visiten la tumba de la persona fallecida y coloquen una corona, o tal vez coloquen una enseña del equipo de fútbol de

la ciudad natal. Otros dicen oraciones o cantan el himno favorito del familiar que recibía cuidados antes o después de la comida festiva. Algunos sacan álbumes de fotos y comparten

historias. Todos estos rituales proporcionan consuelo y un medio para que los familiares se apoyen mutuamente en una mayor comunión durante un momento en el que la pérdida todavía puede

sentirse reciente.

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¿Cómo pueden los antiguos cuidadores crear sus propios rituales festivos para ayudarlos a sentir el luto y aunar a sus familiares? Aquí presento algunas ideas.

Los rituales festivos más eficaces captan algún aspecto importante de la vida o la personalidad de quien recibió el cuidado. No tendría sentido dejar una gorra de béisbol en su tumba si

fuera indiferente al juego. Reflexionen primero como familia sobre lo que sería adecuado para honrar a la persona y su legado. ¿Deberían organizar un grupo para hacer una caminata por la

enfermedad de Alzheimer o asistir a la iluminación conmemorativa anual de velas de un centro oncológico local? Solo si el ser querido fallecido expresaba su determinación de ayudar a los

demás que enfrentan esas enfermedades. ¿Qué tal rociar sus cenizas en el océano? Hazlo solo si pasar tiempo en el agua tenía un lugar especial en su corazón. Mientras más recuerdos,

pensamientos y sentimientos específicos sobre el difunto evoque el ritual, más poderoso será su efecto sanador entre los familiares.

Como cualquier evento familiar, un buen ritual festivo requiere algo de preparación, incluso si eso significa rallar zanahorias, batir huevos y comprar queso crema para un pastel de

zanahoria. Sin embargo, la planeación no debe ser tan estricta que impida que otros familiares puedan contribuir de manera espontánea e inesperada. Cuando Carol y su hija reservaron un

sábado para comprar los ingredientes y hacer el pastel —un ritual para las dos—, la hija compartió consejos que su abuela le había dado y que Carol nunca había escuchado antes. Cuando

sirvieron el pastel el Día de Acción de Gracias, otros familiares contaron historias graciosas sobre la madre de Carol que Carol había olvidado. A medida que los miembros de la familia se

sintieron inspirados para compartir, creó un ambiente emocional de cercanía mutua, algo de tristeza y aprecio amoroso.

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Los rituales pueden conmover comunidades enteras. Considera crear uno para los cuidadores que perdieron a un ser querido recientemente y que sabes que ya están sintiendo un aumento de la

pena esta temporada de fiestas. Durante los años en que trabajé en un consultorio de atención primaria, teníamos una tradición de entregar poinsettias verdes y rojas alrededor de las fiestas

a los cuidadores familiares de nuestros pacientes que habían muerto durante los 12 meses anteriores. Cada planta iba acompañada de una tarjeta que decía: “Sabemos que la temporada de

fiestas es un momento difícil para las familias que recientemente han perdido a un familiar. No nos hemos olvidado de ti ni de tu ser querido”.

Cada excuidador que recibió este regalo se sorprendió; muchos lloraron. No era la planta hermosa en sí, sino el hecho de que otros habían recordado el cuidado que prestó y su pérdida con un

gesto simple pero poderoso.

Barry J. Jacobs, psicólogo clínico, terapeuta de familia y asesor del cuidado de la salud, es el coautor del libro Love and Meaning After 50: The 10 Challenges to Great Relationships — and

How to Overcome Them y de AARP Meditations for Caregivers. Síguelo en Twitter y en Facebook (enlaces en inglés).

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